
Dicen que en Halloween los fantasmas salen a asustar…
Pero yo salgo a hornear.
Dicen que en Halloween los fantasmas salen a asustar…
Pero yo salgo a hornear.
Hay días en los que no planeas nada y, sin saber muy bien cómo, te sale un plato que repetirías todas las semanas.
Eso me pasó con esta pasta con guisantes y jamón. La preparé una noche con un hambre brutal, la nevera medio vacía y cero ganas de complicarme. Había media cebolla morada que piqué fino, un puñado de guisantes congelados, unos taquitos de jamón que habían sobrado de la pata que teníamos en casa, y los restos de un Grana Padano que me regalaron y… bueno, duró lo que duran esos picoteos tan ricos, que no puedes parar de comer aunque estés hasta arriba.Hay recetas que no fallan. Que vuelven una y otra vez a la cocina porque reconfortan, alimentan y gustan a todos. Esta crema de calabacín, calabaza y boniato es una de esas en casa. No solo por lo deliciosa que está, sino porque se adapta con facilidad a distintas épocas del año o estilos de alimentación.
Os prometí esta receta hace tiempo… ¡y aquí la tenéis al fin!
Mi idea era volver a prepararla con calma y hacerle una buena sesión de fotos con luz natural, pero la vida —como ya sabéis— a veces va por otro lado. Así que, mientras la foto "buena" sigue esperando su momento, decidí tirar de creatividad y jugar con la inteligencia artificial. Sí, la imagen de portada de este post está generada con IA, ¡pero os prometo que la receta es 100% casera y el vídeo del paso a paso también! 👉🏼 Lo tienes AQUÍ.
Hace unos días colaboré con Bimi® España dando algunos tips para fotografiar hortalizas con luz natural y que el resultado sea espectacular. Cuando recibí los Bimis, recordé esta receta que causó furor durante el retiro foto-gastronómico que organicé en el Empordà. Todos los asistentes me pidieron la receta, así que he pensado en compartirla también contigo por aquí porque sé que te va a encantar.
Si hasta ahora no habías oído hablar del Bimi, te cuento que es una verdura de la familia del brócoli. Es 100% comestible, del tallo al florete (no se desperdicia nada), y tiene un sabor dulce y una textura tierna.
Septiembre es ese mes en el que todo empieza otra vez: la agenda, las prisas, los horarios... y también las buenas intenciones. Volvemos a mirar (con más cariño) lo que comemos, después de un verano lleno de helados, terrazas, picoteos a deshora y “un poquito de todo que es verano”.
Y claro, entre vuelta al trabajo, mochilas, compras, mails por responder y días eternos... el antojo dulce ¡ay, acaba por aparecer! Pero ojo: no es lo mismo caer en el primer bollo industrial que encuentras, que tener a mano algo rico, saciante y sin azúcares refinados.
Hay recetas que te atrapan por el sabor… y otras que se quedan contigo por lo que representan. Esta es ambas cosas. Los hoppers los descubrí en un viaje a Sri Lanka, en uno de esos desayunos sin prisa, en el Rosyth Estate House. Sus dueños, una pareja encantadora (ella nacida en el país y él londinense), se hicieron con esta propiedad, un bungalow de 1926 que hoy han convertido en un refugio en medio de la jungla, con pocas habitaciones, piscina y una cocina local espectacular… ¡sin duda os lo recomiendo si viajáis al país! Allí fue donde probé los hoppers por primera vez y donde aprendí la receta. Fue amor al primer bocado.
Me fascinó la textura crujiente en los bordes, el centro tierno y ese sabor tan especial a fermentación suave, leche de coco y arroz. Desde entonces, forman parte de mis mañanas cuando necesito empezar el día con fuerza y energía. Y si estás transitando la perimenopausia o la menopausia, incluir proteína en el desayuno es clave para la saciedad, la energía y el mantenimiento de la masa muscular.