 
No te voy a mentir… he perdido la cuenta de las recetas dulces que he cocinado, ideado o probado y en todo este tiempo, mi favorita sin lugar a dudas sigue siendo la de Brownie.
 
No te voy a mentir… he perdido la cuenta de las recetas dulces que he cocinado, ideado o probado y en todo este tiempo, mi favorita sin lugar a dudas sigue siendo la de Brownie.
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Hay recetas que no necesitan presentación. Pero a mí me gusta dársela igualmente… sobre todo si me permiten versionarlas a mi manera.
El hummus tradicional es de esas preparaciones que llevo años haciendo en casa, en todas sus formas: al estilo tradicional, con remolacha… Y aunque la base siempre es la misma —legumbres, tahini y limón—, hay algo mágico en transformar un plato de toda la vida en algo distinto, sin que pierda su esencia.
 
Hay recetas que no necesitan presentación… pero merecen una historia. Y esta empieza, como muchas de las mejores cosas, con unos plátanos demasiado maduros y una tarde cualquiera en la que el cuerpo pide dulce, pero no azúcar por azúcar, sino algo con mimo, con sustancia… que siente bien y no sea una bomba para el estómago.
 
Cocinar es casi una meditación. Y con esta receta, se cumple al 100%.
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Podría decirte que esta receta fue amor a primera vista, pero la verdad es que nuestra historia empezó con mal pie. Literalmente.
Tenía todos los ingredientes preparados. El molde listo. La cocina recogida. Una tarde por delante esperando a que se horneara una tarta que, en mi cabeza, tenía un sabor espectacular.
 
Dicen que en Halloween los fantasmas salen a asustar…
Pero yo salgo a hornear.
 
Hay días en los que no planeas nada y, sin saber muy bien cómo, te sale un plato que repetirías todas las semanas.
Eso me pasó con esta pasta con guisantes y jamón. La preparé una noche con un hambre brutal, la nevera medio vacía y cero ganas de complicarme. Había media cebolla morada que piqué fino, un puñado de guisantes congelados, unos taquitos de jamón que habían sobrado de la pata que teníamos en casa, y los restos de un Grana Padano que me regalaron y… bueno, duró lo que duran esos picoteos tan ricos, que no puedes parar de comer aunque estés hasta arriba.